SONYA POPOVA:
Directora de Operaciones de Aquora
En el contexto actual de crisis sanitaria por el coronavirus y un país entero en confinamiento, tanto tiempo disponible nos ha permitido parar y reflexionar sobre varias cuestiones, algunas de las cuales me gustaría compartirte en este post.
Confío en que aprendamos de esta situación y que seamos capaces de replantear formas de hacer, hábitos, costumbres, ya no solo a nivel personal, sino a nivel empresarial… y, sobre todo, tomar consciencia, más si cabe, de la volatilidad y vulnerabilidad a las que tod@s estamos expuestos con el objetivo de abrirnos al cambio, ya que resistir está dejando de ser una opción, tal y como estamos observando en los últimos días.
Viendo las noticias tranquilamente desde el sofá, me ha invadido una pregunta que seguro muchos de vosotr@s os planteáis y es, ¿cómo es posible que un país entero se alinee? Más de 40 millones de personas ante una situación como esta, permaneciendo en casa y siguiendo las indicaciones recibidas por parte de los expertos y el Gobierno. Por supuesto, siempre hay algún rezagado…pero es la minoría, sin duda.
Por supuesto, estamos ante una situación de crisis, por lo que podemos pensar que es esto lo que nos lleva a cumplir con las peticiones y recomendaciones de los expertos. Sin embargo, creo que muchos hemos conocido y vivido crisis empresariales, en las que no hemos sido capaces de lograr una alineación de tal magnitud. Cierto es que no nos jugamos lo mismo, pues en esta ocasión, desgraciadamente están en juego vidas humanas.
A partir de este contexto, cabe extraer algunas reflexiones interesantes con el objetivo de identificar y analizar los elementos que están haciendo posible este nivel de alienación, en ocasiones, tan difícil de lograr en las organizaciones y, a la vez, tan anhelado y deseado.
En primer lugar, cabe señalar que esta situación ha desafiado la cultura de la sociedad española. En este punto cabría preguntarse si hay algo más arraigado que la multitud, la vida social y las conversaciones en nuestro país y creo que la respuesta la conocemos todos. En este sentido, quienes trabajamos en esto y cualquier persona que trabaje en una compañía, nos damos cuenta de que a nivel empresarial nos encontramos con culturas organizacionales muy arraigadas en las que nos vemos en verdaderos desafíos a la hora de flexibilizar y permeabilidad el cambio. Todo lo que está sucediendo no es más que una muestra de que la cultura, por muy arraigada que esté, es susceptible de ser adaptada y cambiada. Por supuesto, la receta variará, pero hay algunos ingredientes básicos que son los que trataremos a continuación. Eso sí, no esperemos a verle las orejas al lobo, pues ante afirmaciones del tipo “esto siempre se ha hecho así”, sugiero añadir la coletilla en mayúscula y negrita de “HASTA AHORA” que es la realidad a la que estamos asistiendo en estos momentos.
El primero de esos ingredientes es, sin duda, el propósito, pues está siendo crítico para lograr estos niveles de alienación. La premisa es clara…”SALVAR VIDAS”. Y en este punto cabría reflexionar si este acciona, si moviliza… ¿Acaso hay mayor propósito que este, el de salvar vidas? La respuesta la encontramos en otra reflexión que sería, ¿logra este propósito hacernos replantear nuestro comportamiento? Yo creo que sí, así lo estamos viviendo.
Ahora bien, volviendo a nuestras empresas, ¿sabrías expresar en una frase el propósito de tu organización? (si es que lo identificas, que no es fácil). Si estabas pensando en ganar dinero, te invito a volver a pensarlo, pues ese es el resultado. Y ahora, volviendo a las preguntas de antes y, desde la honestidad, te invito a reflexionar si el propósito que has identificado moviliza, acciona… y, principalmente, si es capaz de modificar tu comportamiento y el los demás.
Otro de los ingredientes interesantes a analizar es la comunicación ante este contexto tan poco usual. Sí, es un clásico, lo sé, aunque a veces obviamos lo obvio y la comunicación es uno de ellos, la asignatura pendiente por excelencia en nuestras empresas. Recogiendo lo ocurrido en los últimos días, dudo que haya alguien que no esté al tanto del coronavirus, que no sepa que existe, es decir, que desconozca el problema o reto global al que nos estamos enfrentando como sociedad. Efectivamente, para colaborar de forma activa, tenemos que ser conocedores del problema. Llevando esto a nuestras empresas, me temo que, en más de una ocasión, nuestros equipos no conocen los problemas o retos que abordamos como organización y son unos cuántos los que tratan de “salvar” la situación, cuando se precisa de la colaboración de todos. Qué paradoja, ¿no crees? Al hilo de esto, creo que no me equivoco si afirmo que la mayoría somos conocedores de las medidas adoptadas, es decir, de las estrategias y planes de acción a llevar a cabo ante el coronavirus, pues somos nosotros quienes los debemos implementar y, sin embargo, volviendo a nuestras empresas, aún nos queda mucho camino por recorrer. Tenemos claro el objetivo que estamos buscando lograr con esas estrategias y planes de acción ante el coronavirus, así como las consecuencias de no hacerlo. Y en nuestras empresas, ¿queda igual de claro? Si ante todas estas preguntas y reflexiones, has dado una respuesta afirmativa, ¡enhorabuena! En caso contrario, ya tienes por donde empezar.
Y aquí llega, otro reto o ingrediente de la receta, la responsabilidad de uno mismo. ¿Es posible contener y controlar el coronavirus sin la implicación de tod@s? Es ahora cuando nos preguntamos qué ha hecho que 40 millones de personas nos quedemos en casa. Sin duda, el propósito, la comunicación e información que nos han permitido ser conscientes de las consecuencias que acarraría el hecho de no hacerlo. Aquí podríamos hablar también de liderazgo, pues desde luego, está habiendo figuras de decisión y coordinación de las diferentes acciones puestas en marcha a nivel global, pero creo que cabe hablar más de la responsabilidad que cada uno de nosotros ha decidido asumir ante esta situación, que es hacer todo aquello que está en nuestras manos desde la solidaridad de contribuir a un propósito en el que todos creemos.
¿Y los valores? Pues son estos los que delimitan lo que se puede o no hacer, ya sea en el ámbito de empresa o sociedad. Cuando estos están claros y nos impregnamos de los mismos, es el conjunto de la sociedad u organización, quienes “castigan” y “obligan” a los que no están alineados a sumarse a la causa, al propósito global y compartido, ya sea por convencimiento o temor a la soledad, a ser señalados… logrando una ola de solidaridad para con los demás.
En definitiva, nos adaptamos, es decir, cambiamos nuestro comportamiento si tenemos un claro para qué, bien comunicado, cuando nos sentimos co-responsables y partícipes de las consecuencias que nuestro comportamiento puede ocasionar, ya sea en la sociedad o en las empresas, anteponiendo los intereses globales a los individuales en un verdadero ejercicio de solidaridad. El reto sería anticiparnos y no esperar a las crisis para sumarnos, aunque también es cierto que mejor tarde que nunca.
Y vosotros, ¿qué otros elementos o ingredientes identificáis para lograr una alineación de esta magnitud?